No entiendo por qué la gente no visita más La Rioja



En otro capítulo puede ser que pase a explicar la negación que tengo con destinos impuestos para el turismo nacional como Mar del Plata o Villa Carlos Paz, pero por ahora, elijo empezar en positivo. Quiero decir que no entiendo como hay lugares mucho más bonitos que esos dos que no reciben el tránsito de visitas que se merecen.

La Rioja, en términos turísticos, “es” el Parque Nacional Talampaya. Para la mayoría de los argentinos, ese es el atractivo de la provincia cuyana, para la mayoría de los extranjeros, La Rioja es un punto que pasan de largo entre Mendoza o la Patagonia y provincias más turísticas como Salta y Jujuy o Misiones. Sin embargo, muy cerquita de este Parque y muy al alcance de nuestros sentidos, La Rioja tiene mucho para compartir; atractivos como Chilecito, Famatina y Cuesta de Miranda, invitan a ingresar en estas tierras y dejarse encantar.


Llegar a la Rioja desorienta, su capital es una ciudad de apariencia moderna pero respetuosa de la pausa a la hora de la siesta. Al recorrerla nos perdemos en una populosa peatonal o nos deleitamos ante un espejo de agua que refleja el entorno montañoso, como es el dique Los Sauces; responsable de embalsar las aguas del río homónimo y proveer el escenario ideal para actividades recreativas como el camping, la pesca y las actividades náuticas.

Gracias a sus recursos naturales, esta provincia hace gala de una excelente producción vitivinícola que logra magníficos resultados al combinar los factores geográficos con la mutación genética de las cepas, alcanzando productos de excelencia como el destacado Torrontés Riojano (cepaje característico de la región). Para profundizar la experiencia en torno a los vinos de la provincia, será mejor trasladarnos hasta el departamento Chilecito, cuya superficie se encuentra ocupada por viñedos en un 78% (y también olivas). Llegar hasta aquí, amerita pasar por el mirador que nos pone frente a la Cuesta de Miranda, un cuadro con predominancia de tonos rojizos, salpicados con vegetación de climas áridos y ocasionales florcitas silvestres.

Chilecito entraña una historia querida para la república Argentina desde los tiempos de la colonia; su riqueza metalífera le ha representado hasta el día de hoy una belleza peligrosa. Esta localidad se encuentra inmersa en el Valle de Famatina, un espacio que actualmente corre riesgo de ser sede de emprendimientos de mega minería a cielo abierto (un proyecto codicioso que ocasionaría grandes daños a la salud de la población local). Chilecito invita a conocer su museo minero, emblemático de la historia regional, ubicado al pie del cable carril que trasladaba el personal y los frutos de su trabajo hacia la mina La Mexicana, rica en oro y plata.

A dos kilómetros del centro de esta ciudad encontramos la finca que perteneció al Dr. Joaquín V. González (polifacética personalidad de nuestra historia), a la que su dueño llamó “Samay Huasi”, que en idioma quechua significa “lugar de reposo”. Hoy, el lugar alberga el Museo Regional Mis Montañas, que comprende una pinacoteca con importantes obras de pintores de renombre nacional, y la Sala de Ciencias Naturales, Mineralogía y Arqueología y además funciona como hotel de la Universidad Nacional de La Plata. En el interior de la casa, dos cuartos fueron destinados a reflejar la vida y obra de González.

Para finalizar, es paso obligado citar a la perlita más buscada de la provincia; el Parque Nacional al que la UNESCO tituló Patrimonio Natural de la Humanidad. En Talampaya, nos transportamos a muchos miles de años en la historia de la tierra y nos dejamos envolver por murallones con los más sorprendentes rastros del plegamiento orogénico que dio forma a los continentes. El valor patrimonial de este Parque está dado por su herencia arqueológica y paleontológica, además del claro predominio de lo geológico.


El paisaje es imponente y los altos muros rojizos cortan el cielo hasta donde ya no nos alcanza la vista. Algunas formas de piedra, fueron nombradas como el Monje, el Rey Mago, La Torre, entre otras. Doscientas quince mil hectáreas de cañadones y paredones en los que también podemos encontrar marcas del paso de los hombres como morteros y petroglifos (grabados figurativos y abstractos, realizados hace miles de años).



La majestuosidad de Talampaya, constituye un destino obligado al visitar La Rioja; la majestuosidad de La Rioja, constituye un destino obligado para quienes estamos en Argentina de manera permanente o transitoria.

No entiendo por qué la gente no visita más La Rioja... tomenlo como una super recomendación.


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